Un día, el
célebre músico Gong Mingyi tocó música clásica ante
una vaca; ésta continuó pastando como si nada. «No es que ella no la oiga, es
mi música que no le interesa» - se dijo el músico. Se puso entonces a imitar en
su qin el
zumbido de las moscas y el mugido de los terneritos. Al instante la vaca paró
la oreja, y balanceando su cola se acercó al músico para escuchar hasta el
final la música, que, esta vez tenía un significado para ella.
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