Había, en el
Reino de Song, un tabernero cuyo vino era excelente.
No engañaba en la cantidad, era cortés con sus clientes y su enseña pendía en
el lugar más visible. Sin embargo, no podía vender su vino, que llegaba a
hacerse ácido. Preguntó a Yang Qian,
un anciano a quien conocía bien, cuál sería la explicación.
- ¿Es bravo su perro? – inquirió Yang Qian.
- Sí, en verdad lo es – contestó el
tabernero –. ¿Pero qué relación tiene eso con el hecho de que mi vino no se
venda?
- La gente teme a su perro. Cuando
mandan a un niño con dinero y un jarro a comprar vino, el perro sale a su
encuentro, a morderle. Esto es lo que avinagra su vino y la razón por la que no
lo vende.
No hay comentarios:
Publicar un comentario