En todas las
bandadas de gansos salvajes, el más pequeño y el más vivo es el que llena las
funciones de centinela nocturno durante el descanso de sus hermanos. Vigila, y
al menor ruido lanza un estridente grito de alarma y la bandada emprende el
vuelo con gran ruido de alas.
A la larga, los cazadores idearon un
plan para hacer fracasar la vigilancia del centinela. Empezaron por localizar
el lugar donde se detenían los gansos; extendieron una red enorme y se
escondieron en los repliegues del terreno más cercano.
A la caída de la noche, los gansos se
instalaron para dormir. Los cazadores, en medio de la sombra, encendieron
antorchas. Inmediatamente el centinela lanzó el grito de alarma. Los cazadores
apagaron sus antorchas. Los gansos salvajes, pasada la primera emoción y no
viendo ninguna señal de peligro, no tardaron en volverse a dormir.
Por tres veces los cazadores empezaron
su juego, y tres veces el centinela dio la alarma, y las tres veces sus
compañeros despertaron sobresaltados sin descubrir indicio alguno de peligro. Y
entonces juzgaron que el centinela no conocía su trabajo y antes de dormirse
por tercera vez, le dieron grandes picotazos.
Después de un momento de espera, los
cazadores volvieron a encender sus antorchas. Esta vez, el centinela se quedó
callado. Los cazadores se acercaron en medio del silencio con su red y
capturaron a más de la mitad de los gansos.
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