En la montaña Emei, había muchos monasterios. Los bonzos de los grandes
monasterios eran muy ricos y los de los pequeños monasterios, muy pobres.
Un día, un bonzo de un pequeño
monasterio fue de visita a un gran monasterio con el fin de despedirse, pues
partía en peregrinación a Putuo, una isla del mar del
Este. Putuo queda a unos tres mil li de la montaña Emei; es necesario escalar
altas montañas y atravesar muchos ríos para llegar allí. Ese complicado viaje
dura meses y a veces hasta años.
Cuando el bonzo pobre puso al
corriente de su proyecto al bonzo rico, éste quedó asombrado:
- ¿Pero qué lleva usted para su viaje?
- Un jarro y una escudilla proveerán a
todas mis necesidades. Recogeré el agua con mi jarro y cuando sienta hambre
pediré alimentos de limosna con mi escudilla.
- Yo también deseo realizar esa
peregrinación; hace varios años que estoy preparándome – dijo el bonzo rico –
pero nunca he podido ponerme en camino, pues siempre me falta algo. Temo que
usted tome las cosas un poco a la ligera. ¡Este viaje no es tan fácil como
usted lo cree!
Un año más tarde, al regresar de su
viaje, el bonzo pobre fue a saludar al bonzo rico de Emei
y le contó cómo había sido su peregrinación a Putuo.
A pesar de su desconcierto, el bonzo
rico confesó:
- En cuanto a mí, aún no he terminado
mis preparativos para el viaje.
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