El príncipe de Wei tomó la determinación de invadir Handan,
capital del Reino de Zhao. Aunque Ji
Liang andaba por entonces de viaje, en cuanto lo supo
regresó. Sin esperar siquiera a que se estiraran sus ropas arrugadas ni sacudir
el polvo de sus caballos, fue a ver al rey.
- Cuando regresaba – dijo –, me crucé
en el monte Taihang con un hombre que se dirigía al
Norte. Me dijo que iba al Reino de Chu. «Si es así,
¿por qué se encamina hacia el Norte? – le pregunté». «No importa – replicó –.
Tengo buenos caballos». «Sus caballos pueden ser excelentes, pero Ud. ha tomado una dirección equivocada». «Bueno, tengo
bastante dinero». «Puede tener bastante dinero, pero esta dirección es la
contraria». «Bueno, tengo un magnífico cochero». «Cuanto mejores sean sus
caballos –le dije –, cuanto más dinero tenga y cuanto más experto sea su
cochero, tanto más se alejará del Reino de Chu».
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