Wang Hao tenía una inteligencia extremadamente lenta. Una vez,
montando su caballo bayo, acompañó a la guerra al emperador Wen
Xuan del Reino de Qi. La
temperatura llegó a ser tan glacial durante la noche que, a la mañana
siguiente, el caballo bayo amaneció cubierto de escarcha. Wang
Hao ordenó entonces una batida para encontrar su
caballo, pero todos volvieron con las manos vacías.
Cuando salió el sol, la escarcha se
derritió, y Wang Hao
exclamó dándose vuelta: «¡Oh!, ¡pero si no se ha
movido de ahí!»
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