Su Qin nunca había podido conseguir un puesto de funcionario.
Un día que se celebraba el cumpleaños de su padre, el hermano mayor llevó un
jarro de vino con el cual llenó los vasos de su padre y de su madre.
- ¡Qué buen vino! – dijeron los viejos.
Pero cuando le llegó el turno a Su Qin de ofrecerles vino, exclamaron descontentos:
- ¡Qué agrio está este vino!
La mujer de Su Qin
creyó que su vino se había echado a perder y le pidió prestado un jarro del
bueno a la mujer del hermano mayor.
Cuando los padres lo probaron,
enojados repitieron que el vino estaba agrio.
- ¡Pero si es del vino que acabo de
pedirle prestado a mi cuñada mayor!
El suegro gritó:
- ¡Son ustedes los que traen la mala
suerte! ¡Basta que el vino pase por sus manos para que se ponga agrio!
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