Varios niños que,
en vez de ir a la escuela, jugaban en la calle, vieron a una anciana que
frotaba incansablemente una barra de hierro contra una piedra.
Intrigados, le preguntaron:
- ¿Qué está haciendo ahí, señora?
Ella contestó seriamente:
- Estoy frotando este lingote para
adelgazarlo; quiero hacer con él una aguja para coser mi ropa.
Los muchachos soltaron la risa.
- ¡Nunca conseguirá hacer una aguja
con una barra de hierro de ese grosor!
- La froto todos los días, y cada día
disminuye algo más, por fin terminará siendo una aguja. Pero pequeños flojos
como ustedes no pueden comprender esto – dijo la anciana.
Los niños se miraron entre sí,
avergonzados, y corriendo, regresaron a la escuela.
De esta historia nos viene la antigua
sentencia que aún circula en nuestros días:
«El trabajo perseverante puede
convertir una barra de hierro en una aguja para bordar».
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