En el dique del
Pabellón de Piedra, en Kuaiji, se yergue un gran
arce. El tronco se ha podrido y está hueco; así, cuando llueve, el árbol vacío
le llena de agua. Un vendedor que pasaba por el lugar con un cargamento de
anguilas, puso, por divertirse, una de ellas en el tronco podrido.
Como las anguilas no se dan en los
árboles, cuando los aldeanos la vieron no dudaron que se trataba de una anguila
sagrada. Construyeron un templo junto al árbol, sacrificaban ganado cada día y
llamaron al lugar Templo de la Madre Anguila.
Creían los que rezaban en el altar
tendrían de súbito buena suerte, y los que ofendían al dios serían perseguidos
por la desgracia.
Cuando el vendedor volvió por este
mismo camino y vio lo que había pasado, se llevó la anguila para hacer con ella
un caldo.
Así dejó de ser sagrada.
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