- He hecho cuanto
he podido por el Estado – dijo el príncipe Hui de Liang a Mencio –. Cuando se
pierde la cosecha en el Oeste del río, traslado la gente al Este o traigo grano
del Este para socorrerla. Si la cosecha es pobre en el Este, hago lo mismo.
Observo a los gobernantes de otros reinos y ninguno hace tanto como yo por su
gente; sin embargo, su población no ha decrecido, y la mía no ha aumentado.
¿Puede Ud. decirme por qué?
- Ya que a Su Majestad le gusta combatir
– contestó Mencio –, permítame tomar de ahí un
ejemplo. Una vez que suenan los tambores, las tropas entran en combate.
Aquellos que son derrotados abandonan sus corazas y huyen arrastrando sus
armas. Suponga que un hombre corre cien bu y otro cincuenta, ¿tiene derecho el que ha corrido
cincuenta a reírse del que ha corrido cien?
- Claro que no – replicó el príncipe
–. No se habrá alejado cien bu, pero volvió las espaldas lo mismo.
- Si Su Majestad comprende esto –
respondió Mencio –, no debiera esperar a que la
población de su Reino sea más numerosa que la de ningún otro país vecino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario