En el Reino de Qi vivía un tal Dongguo Chang quien tenía la costumbre de expresar en alta voz sus
deseos. Una vez dijo que le gustaría poseer diez mil onzas de oro. Uno de sus
discípulos le preguntó si podría ayudarlo en caso de que sus deseos se
realizaran.
- No – le contestó – necesitaré ese dinero
para comprarme un cargo oficial.
Sus discípulos se indignaron. Todos lo
abandonaron pasándose al Reino de Song.
Por haberse apegado demasiado a lo que
aún no poseía, perdió lo que tenía.
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