En el Reino de Song había una familia que elaboraba un ungüento para las
grietas en las manos; por eso, de generación en generación, se dedicaban al
lavado de ropa. Un hombre oyó hablar de la cosa y ofreció 100 monedas de oro
por la receta.
- Hemos estado, por generaciones, en
este negocio de la lavandería – argumentaba la familia, mientras discutía la
oferta –. Pero jamás ganamos más que unas cuantas monedas de oro. Sin vacilar
debemos venderla.
Por entonces, el Reino de Yue invadía el Reino de Wu; y el hombre que habían comprado
la receta, se la regaló al príncipe de Wu, quien al punto lo nombró general.
Ese invierno, sus tropas entraron en un combate naval con las de Yue, derrotando totalmente al enemigo. Y el príncipe
recompensó al general con un feudo.
Así, el mismo ungüento para las manos
agrietadas pudo ganar un feudo, o simplemente aliviar a los lavanderos.
Todo depende del uso que se dé a las
cosas.
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