En un pozo poco
profundo vivía una rana.
- ¡Mira qué bien estoy aquí! – le decía a
una gran tortuga del Mar del Este –. Cuando salgo puedo saltar alrededor, sobre
el brocal, y cuando regreso puedo descansar en las hendiduras de los ladrillos.
Puedo chapalear, sacando sólo la cabeza fuera del agua, hasta llenar mi corazón
de gozo; o andar sobre el lado suave con los pies sumergidos hasta los
tobillos. Ni los cangrejos, ni los renacuajos pueden compararse conmigo. Soy
amo del agua y señor de este pozo. ¿Qué más puede ambicionar un ser? ¿Por qué
no vienes aquí, más a menudo, a pasar un rato?
Antes que la tortuga del Mar del Este
pudiera meter su pie izquierdo en el pozo, sin saber cómo, ya su pie derecho se
había enganchado con algo. Se detuvo y retrocedió; entonces comenzó a describir
a la rana el océano.
- Tiene más de mil li de ancho y más de mil ren de
profundidad. En otros tiempos había inundaciones nueve años de cada diez; sin
embargo, el agua del océano no aumentaba. Después hubo sequía siete años de
cada ocho, sin embargo, el agua del océano no disminuía. Se ha mantenido igual
a través de los años. Por eso me gusta vivir en el Mar del Este.
La rana, en el pozo insignificante, se
quedó atolondrada y sintió algo de vergüenza.
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