Zhuang Zhou no tenía dinero. Un día fue a ver al Marqués Guardador
del Río para pedirle prestado un poco de grano.
- Está muy bien – dijo el marqués –.
Pronto habré recogido los impuestos de mi feudo; entonces le prestaré
trescientas monedas de oro. ¿Qué le parece?
Zhuang Zhou, muy indignado, le contó esta historia: Cuando ayer
venía hacia acá oí una voz que me llamaba; mirando en torno vi
una carpa tendida en un carril seco del camino.
- ¿Qué le pasa, carpa? – le pregunté.
- Soy oriunda del Mar del Este – contestó
–. ¿No tiene Ud. un cubo de agua para salvar mi vida?
- Muy bien – le dije –. Muy pronto
visitaré a los príncipes Wu y Yue, en el Sur, y le
haré llegar el agua del Río del Oeste. ¿Qué le parece?
La carpa se indignó muchísimo.
- Estoy fuera de mi elemento habitual
– dijo –, y no tengo donde residir. Un cubo de agua me salvaría, pero Ud. no me da sino promesas inútiles. Pronto tendrá que
buscarme en la pescadería.
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